Hasta cuatro citas anteriores con las comunidades inmigrantes y musulmanas habían dado como resultado poco más que relaciones públicas, pero en las últimas semanas Angela Merkel ha manifestado en público el fracaso de la llamada coexistencia multicultural, un «laissez-faire» en la cuestión fruto de la desidia democristiana y el auspicio de socialdemócratas y verdes.
El largamente postergado debate, azuzado por la aparición de libros y estudios sobre demografía y fracaso escolar, es la cuestión de la «rentrée» política. La presente cumbre se ha dado un año para preparar un plan de ataque, reconociendo los déficit del sistema escolar y las dificultades de ascenso social impuestas a la inmigración.
«Alemania se disuelve»
La canciller federal ha reunido a unos 120 representantes de la política activa, inmigrantes, Iglesias y grupos comprometidos para abordar las actuales carencias, en un país que nunca se ha considerado país de inmigración —ni ha arbitrado la política necesaria por más que su sociedad entrañe un alto porcentaje de inmigrantes desde hace 60 años.
Ejemplo de esta contradicción es la excitación y ventas millonarias suscitadas por el reciente ensayo de un político socialdemócrata. Editado en rojo llamativo y bajo el título «Alemania se disuelve», Thilo Sarrazin denuncia la falta de criterio con que el país ha acogido a los millones de inmigrantes que dieron lugar al milagro alemán, sin pensar nunca su alcance y evolución medio siglo después.
Angela Merkel ha aclarado al «Passauer Neuen Presse» que «entre nosotros viven cientos de miles de personas bien integradas y procedentes de todo el mundo», y la cumbre debería sembrar en otros la ambición por integrarse y avanzar en la sociedad. El doble de alumnos de la inmigración interrumpen la educación escolar y el doble de jóvenes de este origen carecen de formación profesional.
Los más resistentes
Muchos serían conscientes de los fallos del sistema y renuncian de entrada a la posibilidad de integrarse plenamente, dice la canciller, y «esto tiene que cambiar». Al tiempo, la comisionada del gobierno para integración, Maria Böhmer, ha manifestado que la integración debe de ser «vinculante» y «comprobable». Más de 700.000 inmigrantes están o han estado en cursos de integración, en su mayoría voluntariamente, pero los Verdes han criticado que la cita sirva apenas sólo para declaraciones y no para la dotación de nuevos fondos.
Böhmer se muestra optimista afirmando que «nuestra sociedad tiene mucho que aprovechar del potencial de las familias inmigrantes y puede reforzarse con ello». Pidió para ello una mayor cooperación de los ejecutivos regionales y municipales y la secretaria de estado de Exteriores, Cornelia Pieper, no ha dudado en culpar de «egoísmo en la política regional» el fracaso en una coordinación de la mejora educativa.
Aunque se habla de inmigración, la cuestión candente se circunscribe a los musulmanes, a los que el estudio de Thilo Sarrazin declara incapaces y/o inapetentes para la integración. Pese a las necesidades migratorias de la economia alemana, la Unión Socialcristiana de Baviera (CSU), socia del gobierno de Merkel, promueve un freno a la inmigración de musulmanes.
Este grupo acaba de aprobar un catálogo de posibles normas para los inmigrantes, a los que se reclama integración en una «cultura de referencia» alemana de valores cristianos. «No soy un populista», proclamó el líder de la CSU, Horst Seehofer, «y si lo soy entonces es que dos tercios de la población alemana es de la derecha radical».
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